“Tengo el sentimiento de culpa grabado en los genes, culpa que me acompaña. La siento en el pecho como un puño que me atenaza y me habla. Me habla de lo que de lo que no vi, de lo que no supe, de lo que hice o no hice, a lo que no alcancé ya fuese por el acto como por la forma en que fue hecho o dicho pero no es para regalarme un aprendizaje, reconocer un límite, prepararme para otro momento parecido, no, la culpa viene a desvalorizarme, castigarme, … insistente”
Este texto muestra un tipo de culpa disfuncional, que genera tortura en la persona, ninguna oportunidad para el aprendizaje y la búsqueda del equilibrio. Añade sufrimiento a la situación y la perpetúa, no llevando a ninguna solución creativa y constructiva.
La culpa es una emoción que forma parte de nuestras relaciones y decisiones. Hay ocasiones donde se manifiesta y hay personas en las que tiene una presencia constante, interfiriendo en su quehacer diario y en su bienestar.
La culpa es una emoción que no tiene demasiado prestigio. Cuando la sentimos la queremos eliminar porque nos resulta desagradable e incómoda. Pero como toda emoción sólo escuchándola y atendiéndola, que es la forma de atendernos a nosotros, podemos encontrar una salida satisfactoria.
Según Norberto Levy la culpa es una señal que se activa cuando se ha transgredido el código. Y, ¿qué código? El propio, ese conjunto de normas que nos guían y que nos permiten salvaguardar nuestros valores. Estas normas fueron construidas en algún momento de nuestro pasado, vienen determinadas por los valores de la familia, de nuestra cultura, de la sociedad y otras las hemos incorporado en nuestra vida por decisión propia ya sean cercanas a las aprendidas o diferentes a ellas.
Hay varios elementos que Norverto Levy distingue en la emoción de la culpa y que tomo como modelo porque da visión y permite gestionarla positivamente:
• La culpa: la señal que nos indica que nos hemos saltado la norma. ¿Cómo percibimos esta señal? Hay 3 ámbitos donde la persona puede sentir la culpa: en el corporal, emocional y mental. En el texto inicial se ven los 3 ámbitos.
En el corporal a través de algún dolor o sensación, sentimos la energía bloqueada, malgastándola dando vueltas a lo que pasó y no actuamos. En el emocional sentimos arrepentimiento, inquietud, agobio, malestar y en el mental se muestra con acusaciones, autoreproches y un pensamiento circular que gira alrededor de lo mismo.
• La norma: cuando estamos inmersos en estas vivencias no tenemos la distancia para ver que tiene que ver con un código que hemos infringido.
Es momento de sentir las señales que emite la culpa, pararnos y preguntarnos:
o ¿Cuál es la norma que no he respetado y que esta de fondo?
o ¿Está de acuerdo con mi momento actual o es hora de cuestionarla, actualizarla o cambiarla?
o Si sigue vigente para mí, ¿lo es en la forma que yo necesito? o ¿requiere ser adaptada y flexibilizada al momento presente, a quien soy ahora y a mi situación actual?
o ¿Cuáles son mis límites para cumplir con esta norma?
Muchas veces hay la creencia que esa norma que es incuestionable, inmodificable e inamovible y que no hay más opción. Y ni siquiera nos damos cuenta de la creencia que sustenta la inmovilidad de la norma de tan impregnados que estamos de ella. El primer paso entonces es:
o ¿Creo que está norma es incuestionable?
o ¿Esta norma es antigua y estoy siendo fiel a voces del pasado, a mensajes que recibí que me limitan y que he de soltar? ¿Qué miedos o emociones aparecen si la suelto?
o ¿Estoy dispuesto a modificarla y cuestionarme?
• Culpador/culpado: esta pareja va de la mano. Cuando digo “me siento culpable” sólo estoy sintiendo el castigo pero no veo en mi al que castiga. Desde las terapias humanistas como la gestalt, se trata de reconocer estas dos partes que conviven en nosotros y, en vez, de valorarlos como dos extremos en lucha que no encuentran paz, verlos como socios que reman en la misma dirección.
El Culpador: es “el guardián del código” y por tanto, protege algo. Lo que marca la diferencia es como lo hace, la forma. El culpador, en la culpa disfuncional, descalifica y castiga al culpado generando con ello una mayor lucha y polarización de ambos bandos.
Su aprendizaje es recordar la norma al culpado y ver como desprecia y castiga y el daño inútil que infringe para pasar a enseñar y generar salidas de aprendizaje.
El culpado: por su parte, para potenciar este diálogo el culpado ha de ver el rol de protección que cumple el culpador para ambos. Y ha de pedirle al culpador como le ha de tratar y cuál es la mejor manera para él de cumplir la norma.
Se trata de encontrar un equilibrio atendiendo a dos aspectos que son igual de importantes para mí: que siento y necesito y cómo puedo seguir con ese código que ambas partes consideran importantes
Entrar en este diálogo nos hace redefinir valores, cuestionar automatismos, abrir nuevas formas más acorde con quien somos ahora
• Desvalorarización y castigo: tienen que ver con una falta de recursos emocionales para gestionar el diálogo y la situación.
El culpador relaciona actuar con ser, atacando la esencialdad de la persona de ahí el daño.“Hoy no he llamado a mi hermana, soy un egoísta, siempre voy a la mía”
Y a través de los “todos”, “siempre”, “nunca” y “nada” , convierte en una sentencia y en una realidad permanente etiquetándose la persona a sí misma. Es importante atender al lenguaje que esgrimimos con nosotros mismos: el tipo de palabras y argumentaciones y corregirlos hacia un lenguaje más conciliador, amoroso y comprensivo de nuestra realidad y posibilidades
Además confunde el enfado con el castigo. Me enfado por haberme saltado la dieta y en vez de utilizarlo para no seguir en esa dirección, me castigo. “No voy a ir a la cena del sábado que tanta ilusión me hacía y me voy a torturar cada día recordándome que me pasé”, “Así aprenderás”.
En este acto también hay la idea de redención, si me castigo, la culpa será menor porque pago por ello pero claro el hecho no cambia y la tortura se mantiene. También pretendemos
Y pretendemos repetírnoslo con la idea de que no se nos olvidé y no volver a hacerlo.
Es claro, que no es la mejor manera, ya que en vez de generar comprensión y un espacio de tranquilidad y amoroso para nuevas acciones, nos bloqueamos y muchas veces generamos el efecto contrario
Finalmente la culpa, nos saca del presente. Nos enfoca en el pasado continuamente en vez de enfocarnos en el presente, que es donde tenemos margen de maniobra y las acciones que llevan a un futuro con aprendizajes incoporados
Por tanto, cuando la culpa aparece es tiempo de escucharse con respeto y estima y obtener un aprendizaje:
• Revisar la norma
• Tomar acciones para mantener la coherencia con nuestra situación vital y quién somos ahora
• Aprender de lo vivido
• Tener en cuenta a los otros y a nosotros mismos
• Responsabilizarnos de nuestros actos para tomar fuerza y avanzar
• Mirarnos con sencillez, humildad y amor reconociendo que, a veces, aún actuando de buena fe, cometemos errores o los resultados no son los esperados y eso no nos convierte en peores personas, sólo nos hace personas
• Me centro en el presente y en el futuro como lugar para corregir el timón y generar realidades más satisfactorias
La culpa está muy relacionada con la autoestima, la autoexigencia, el enfado no expresado, el resentimiento, la relaciones, no estar en el presente de nuestras decisiones, como nos dejamos culpar por otros..
Todo esto será tema para otro día…
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